Entrevista (1994)
 
Ya  hace siete años  que  Franco Battiato  desplazó
su  morada  estable  de  Milán a Giarre
(Catania), un
pueblecito a las faldas del  Etna, a una hora (escasa)
en coche de Catania,  a 700 metros de altura y con
pocos cientos de habitantes. Y  son  también  siete 
años en que el músico siciliano, entre  un  disco de
canciones  y  un  trabajo de  mayor alcance clásico,
entre una gira y alguna (rarísima)  aparición  televisiva,
dedica todo el poco tiempo que  le  queda al acon-
dicionamiento  de   su  casa:  un  autentico paraíso
terrestre que ocupa por entero lo más alto de una
colina,  delante  de  Taormina y el inmenso mar de
Sicilia,  detrás  el  perfil  imponente ,  y también un
poquito perturbador, del gran volcán.

Este  “trabajo  en  progreso”  -como   él   lo  define,
riéndose   de   su   incapacidad  de   encontrar  un
término italiano capaz de expresar eficazmente la
idea de su trabajo- lo expande y relaja totalmente.


“Es  bellísimo”,  dice,  “poder   transformar  poco a
poco un viejo establo en una capilla, o obtener un 
teatro   de   prueba   de   un  sótano   destinado  a
deposito  de  barriles,  o obtener en el frente de la
casa  una  terraza  donde  colocar  mi   estudio  de
pintura.
Todo  esto  me da la idea de un empeño metódico,
continuo, siempre igual y aun así, siempre diverso. 
Precisamente como los ritmos que,  de  siete años
exactos,  con   cada   tiempo  y  en  cada  estación,
armonizan  sus  días:  el  despertador a las 5 de la
mañana, luego la contemplación del paisaje, (para
llenar el corazón y los pulmones de todo el aire de
Sicilia),  luego  la   escucha,  por  una media  horita
buena,   de  música  clásica.   Siguen  el   yoga  y la
meditación;  luego, a las 7 y  30 precisas,  el  desa-
yuno, luego el trabajo hasta  la una.  Después  del
almuerzo,  inevitable,   el  descanso  “la  siesta”,  y 
luego  todavía  el  trabajo  de  las  3 a  las  8  de  la
tarde. Y  solo en  este punto  Battiato  se  concede
una cena frugal, el  ritual  del Telediario,  la  visión
de una película en “La cajita” (TV).


Señor Battiato, cuanto ha cambiado su vida desde
el día en que decidió trasladarse aquí?

“Cuanto no sé, como tampoco sé, si  esta decisión
puede considerarse irreversible. En cambio lo que
sé por cierto es porque me fui de Milán, no  por la
idiosincrasia   de   la  capital:  sino  porque,  en  un
cierto punto de mi vida, sentí la necesidad urgente
del   silencio,  el   deseo  de   tener   espacios   más
amplios a mi total disposición. No tengo dificultad
en  admitir  que  de  vez  en cuando  echo  a  faltar
Milán: sus  teatros,  sus  cines, algunos  conciertos,
la cita por la tarde al bar para tomar un capuchino.
Pero aquí no hay distracciones de  ningún  tipo, un
paseo por mi jardín para respirar el perfume de los
jazmines  me  tonifica completamente,  la  vista del
mar  me  da  sensaciones   de  quietud  difíciles  de
describir   con   las   palabras.  Soy  feliz,  en  pocas
palabras.

Desde que llego, ha decidido acercar a la actividad
de músico también la actividad de pintor: pintor de 
iconos, sobre todo. ¿Cómo ha nacido esta pasión?

"Más  que  una  pasión,  diría  que lo de la  pintura 
ha  sido  una necesidad.  La  necesidad   de  poner
remedio a un defecto demasiado grande:  mi total
incapacidad   de   hacer   cualquier   cosa  con   los 
lápices  y los pinceles, mi barrera frente a la trans-
formación    de   una   cosa    vista   en   una   cosa
traspuesta  sobre  tela.  La pintura ha sido un tipo
de  desafío  conmigo  mismo.  Y  ahora -  que  mis
pinturas gusten o no - creo  poder  afirmar  haber
vencido,    este    desafío.    Ahora   sé   qué   es   la
perspectiva,  ahora  he entendido que la pintura y
la     música    ocupan    dimensiones    totalmente
diferentes, aunque complementarios,  en  mi  mente
y en mi corazón."

Otra   singular  coincidencia:   Hace  muchos  años 
que  usted  practica  el   sufismo,  pero solo  desde
que está aquí ha decidido hacer pública y evidente
su fe religiosa. Por qué? 
  
"Es  muy  simple.  Sin  querer  convencer  a  nadie. 
-el adoctrinamiento no es ciertamente parte de mi
bagaje filosófico y cultural -  encuentro  que no es 
malo lanzar signos  evidentes de un cierto genero
de testimonios.  Es  un  modo  de  decir a quien te
sigue y  a quien te aprecia:   'Estate alerta,  algo en
ti puede cambiar’.  Tal como ha cambiado  en  mi”.

Me  quito  una  curiosidad,  y perdóneme la banali-
dad de la pregunta: que lo ha empujado  a "elegir"
el  sufismo en  lugar – no sé - del budismo  o de la
teosofía?

"Diría   que  lo  he  abrazado  por una cuestión  de
proximidad por  aquella clase  de iluminación que
te   invade   cuando    te   das   cuenta    de   haber
encontrado justo aquello que andabas  buscando.
En   otras  palabras,  estoy  conectado  al  sufismo
porque he descubierto que mi mundo  interior es
absolutamente  igual  al de los místicos  sufíes, en
particular por aquel que concierne  a la concepción
del sufrimiento”.

El sufrimiento?  
“Sí,  justo el sufrimiento. Que no se entienda  en la
acepción “normal”  del  término, como  que  "algo"
que  en  general invade las relaciones  de  pareja y
provoca las peleas y las rupturas conyugales: sino,
en todo caso,  en su sentido más universal  y  tras-
cendente, cercano  a  ese  estado  que  es general-
mente   clasificado    como    'angustia'.  Bien,  este 
desaliento,  cuando  sobreviene, implica  una total
incapacidad con  respecto a los asuntos de la vida, 
impide   cualquier  comprensión    de  lo  que  está
sucediendo. Y, cuando es  llevado a consecuencias 
extremas,  se   parece  a  una  tempestad  cósmica
que   se    abate   sobre   una   persona  indefensa: 
totalmente    incapaz    de   soportar   incluso   una 
minúscula  migaja  de su  furia.  Justo  ese  tipo  de
sufrimiento,  el  que más  veces he experimentado
sobre   mi   piel,   ha   sido   el  medio   que  me  ha
acercado al sufismo”.

Es   este   tipo   de  sufrimiento   en  el  que  se  ha
inspirado  para   escribir   “El   Rey  del Mundo”,  la
canción que toma prestado el titulo de un famoso
ensayo de René Guénon?

"Yo   diría  que   no,  porque  "El  Rey  del  Mundo”', 
aunque  describe   una  situación   absolutamente
agobiante,  es,  en  general,  una canción bastante
serena.Diría más bien que la única referencia a un 
sufrimiento como el que he tratado de describir con 
prioridad se encuentra en una canción de mi último
disco, " Alabanza al Inviolable." En el pasaje donde
canto: “Habíamos atravesado por  tempestades, y
cuantas pruebas antiguas y duras…”.

Siempre  desde  este punto de vista,  una canción
puramente  política  como  “Pobre  patria”  parece
casi anómala,  en su producción…

"En efecto es justo así. Pensándolo ahora, hubiera
preferido  no  hacerla:  porque  la  ''política”  no es
realmente mi  trabajo. Pero me sentí obligado por
la  indignación  que sentía  - y que todavía  siento - 
frente  a  la vulgaridad de los políticos.  Una vulga-
ridad   que   realmente    me  horroriza,  y  que  se
manifiesta    en   la   total   insensibilidad   por   los
derechos de los otros”.

Que  lo  empuja,  pues,  a escribir música? Música
tan diversa, entre otras cosas?
  
"Es muy difícil responder a esta pregunta. Porque 
se  trata  de  una especie de  "necesidad  arcaica”: 
de  un  algo  que  me preexiste a mí,  y  que utiliza
cualquier tipo  de lenguaje,  desde el  canto grego-
riano hasta el  tecno-pop,  para comunicar a quien
escucha mis sentimientos.  Sin embargo,  más allá
de  las   diferencias   formales,  lo  que   encuentro 
invariablemente  presente en  todas  mis trabajos,
desde aquellos 'vanguardistas' de los años setenta
hasta   mi   recientísima    'Misa  arcaica',   es   una
constante búsqueda de  la belleza,  la armonía,  la
fluidez  de las  soluciones  que se  mueven dentro
de  cada  lenguaje elegido.  Porque  estoy  absolu-
tamente  seguro  de  que  para  comunicar ciertos
sentimientos,  ciertas emociones, ciertas opciones
del   corazón,   es  necesario  seguir  caminos bien
definidos”.

Caminos  como  aquellos de la “'Misa arcaica”, por
ejemplo?

"Sí. Y esta experiencia, entre otras cosas,  fue para
mí extremamente significativa  también  por otras
razones. Por qué, por ejemplo,  me  ha  enseñado
lo extraño de este nuestro mundo musical: donde 
te encuentras  en  el  centro de un animado mega-
concierto  de  rock  incluso  cuando suena  en una
iglesia,   también   cuando  se   ejecuta  una  ópera 
que se mueve a lo largo de un tenue hilo horizontal. 
Todo  esto   es   muy  gratificante,  entendámonos, 
pero es cierto que nunca me habría  esperado ver
la Catedral de Orvieto transformarse en una suerte
de Palacio de los deportes, al final de la ejecución...".

Espera provocar un éxito  del género  también con
la nueva ópera que está componiendo, “Federico II
de Suabia”?

“Es   demasiado    pronto    para   decirlo,  también
porque  esta  es una ópera “sui géneris”:  el libreto
de Manlio Sgalambro, uno de los máximos filósofos
italianos,  contempla   muchas  partes  recitadas, y
solo algunos monólogos comentados  por orques-
ta  y  coro.  El  debut  está previsto  para  el  20  de
septiembre  próximo,  en la  Catedral  de Palermo,
con   la  Orquesta  Sinfónica  Siciliana  dirigida  por
Gabriele  Ferro.  Démonos  una  cita  allí,  para  ver
el efecto que causa”